Gran Pirámide de Guiza

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La Séptima Maravilla del Mundo se encuentra a las afueras de El Cairo (Egipto) en la necrópolis de Giza. La Gran Pirámide se ha atribuido al faraón Kéops (2500 a.C.), según las pruebas aportadas por el historiador griego Heródoto de Halicarnaso (siglo V a.C.). Con sus originarios 146 metros de altura, la Gran Pirámide ostentó el título de la construcción más grande del mundo hasta 1889, fecha en la que se edificó la Torre Eiffel. El paso de los siglos y la erosión de la naturaleza redujeron su grandeza en nueve metros. La pirámide también perdió su revestimiento de losas de caliza pulida, material que fue a parar a la Gran Mezquita de El Cairo. Pese a su evidente deterioro, la Gran Pirámide sigue siendo para los arqueólogos uno de los enigmas más inescrutables de la historia. Dos millones de bloques de piedra, 4.000 obreros y entre 20 y 30 años de duro trabajo parecen haber sido los ingredientes que dieron lugar a Séptima Maravilla del Mundo. Pero, ¿cómo pudieron los antiguos egipcios levantar una construcción que roza la perfección?

La Gran Pirámide es la única en el mundo que tiene tres cámaras independientes: una cámara subterránea, la llamada “Cámara de la Reina” y la “Cámara del Rey”. En las dos últimas existen dos conductos o canales ideados con un sentido religioso, para facilitar la salida del alma del difunto faraón hacia el firmamento. Se da la circunstancia de que cada uno de ellos se orienta en dirección de una determinada estrella o constelación: los dos de la Cámara de la Reina se dirigen hacia la Osa Menor y Sirio, y los del Rey, comunicados directamente con el exterior, hacia Alfa Draconis, la estrella polar de los egipcios. Por otra parte, Robert Bauval descubrió que las tres pirámides de Giza se alineaban con el cinturón de la constelación de Orión.

En la Gran Pirámide también se encuentran la Gran Galería, una sala de homenaje a los antepasados del faraón (donde todavía resisten las estructuras que sostuvieron las 27 estatuas de los faraones de su dinastía y la suya propia) y la “Cámara de los Rastrillos”. La entrada original al interior de la pirámide se encuentra a 17 metros de altura sobre su base y conduce a un pasadizo que por su limitado tamaño (1,22 metros de alto por 1,05 de ancho) no es apto para claustrofóbicos. En apenas cien metros, el túnel se estrecha hasta medir 80 cm. de alto y 91 cm. de ancho. Tras una decena de metros, se encuentra la llamada “Cámara del Caos”, que recibe su nombre por su aspecto caótico e inacabado. Los arqueólogos sostienen que fue construida de esa manera para confundir y desalentar a los ladrones de tumbas. Su altura supera los tres metros y su anchura sobrepasa los diez. Está cavada en la roca, por lo que pueden encontrarse numerosos restos de fósiles marinos. En la cámara existe un pozo cuadrado de doce metros de profundidad. Originariamente sólo medía tres, pero los hombres del coronel Vyse cavaron nueve metros más en su infructuosa búsqueda del cuerpo del faraón Kéops.

La Cámara de la Reina es la siguiente que se encuentra en la pirámide. Debe su nombre a los árabes, quienes la denominaron así por la arquitectura de su techo (”a dos aguas”), similar al de las tumbas de sus mujeres. La estancia mide 5.65 metros de largo y 5.23 de ancho, y su altura alcanza los 6 metros. Se cree que estuvo pintada de color azul, aunque el paso del tiempo ha desterrado el color de la piedra. En una de las paredes de la cámara hay un nicho donde quizá estuvo una estatua de diorita o basalto del faraón. El resto de la estancia está vacío. El expolio de la pirámide parece haber sido absoluto. Exploradores que en los siglos XVIII y XIX se adentraron en la Gran Pirámide relatan la existencia de numerosos escombros que pueden probar que esa cámara no estaba vacía. En agosto de 1982 se descubrieron dos pequeños orificios en las paredes norte y sur que ahora se conocen como los citados canales de ventilación. En 1993, las autoridades egipcias decidieron utilizar estos canales y los de la Cámara del Rey para instalar un sistema de aire acondicionado que protegiera la dañada estructura de la pirámide de la agresión de la humedad que conlleva la visita de los turistas. Esta misión se encomendó al ingeniero Rudolf Gantenbrik, del Instituto Arqueológico Alemán. A través de un pequeño robot, Upuaut (que significa “el que abre caminos”), provisto de cámara de televisión y un sistema de guía láser, los técnicos pudieron ser testigos de un descubrimiento excepcional: a los 65 metros de que Upuaut comenzara su recorrido por el conducto de la cara sur de la Cámara de la Reina, una puerta de piedra con dos pomos de metal le cerró el paso. Pese al excepcional descubrimiento, hasta el año 2002 no se intentó conocer qué había tras la “Puerta de Gantenbrink”. En esa ocasión, el protagonista fue un segundo robot, el Pyramid Rover, equipado con cámaras de televisión, equipos ultrasónicos y sensores de conductividad. Para decepción de muchos e indiferencia de unos pocos la imagen de la cámara del Pyramid Rover reflejó otra losa similar a la primera, pero sin pomos de metal. Lo que hay detrás de esta nueva puerta todavía está por descubrirse. Las autoridades egipcias se muestran reacias a emprender nuevas excavaciones, dado el delicado estado de su monumento más universal.

La Cámara del Rey está construida en su totalidad con granito rojo de Asuán. Mide 10,481 metros de largo, de ancho 5,235 y su altura es de 5,858 metros. En su interior se encuentra un sarcófago de granito rojo, sin tapa. El barón Desvernois, integrado en una expedición francesa de finales del siglo XVIII, señaló la existencia de la tapa del sarcófago, partida y apoyada sobre una pared. En la actualidad, debe de engrosar la colección personal de algún turista de dudosa ética. Los arqueólogos consideran que la cámara pudo haber sido profanada antes del siglo IX. Quizá por este motivo nunca se ha encontrado ningún valioso tesoro ni los restos del faraón, aunque hay quienes se resisten a admitirlo. Para unos, todavía está por descubrirse la verdadera cámara del faraón. Otros afirman que en la Gran Pirámide no acogió nunca el entierro de Kéops. El centro de la polémica se sitúa en cinco cámaras de descarga situadas sobre la Cámara del Rey. En cuatro de estas cámaras se encontró la única evidencia que permitió a los arqueólogos identificar la pirámide con el lugar del último descanso del faraón Kéops: un cartucho con los caracteres egipcios del nombre del faraón y varios jeroglíficos descubiertos por la expedición del coronel Howard-Vyse, quien no sólo ha pasado a la historia de la arqueología por sus métodos de búsqueda poco ortodoxos (se valía de dinamita para abrirse camino) sino porque pudo haber falsificado las pruebas. Manuel J. Delgado señala en “El secreto de la Gran Pirámide: La construcción más misteriosa del mundo” (Edaf, 2002) que los caracteres del cartucho que reproducían el nombre del faraón Kéops (”Jufú” o “Khufú”) estaban equivocados y que incluso habían sido inscritos al revés. Delgado también considera “sospechoso” que de todas las cámaras de la Gran Pirámide, sólo las cuatro halladas por Vyse tuvieran escritura jeroglífica.